jueves, 8 de octubre de 2009

Las "libres" decisiones

Hace días un amigo nos contaba lo que le había dicho a su padre el día que decidió no hacer la Confirmación. Hoy suena a reproche, pero le preguntaba con sencillez: papá, cuándo me dijiste que Dios existe, cuándo me enseñaste a rezar... Ante el par de preguntas, el papá aceptó sin chistar la decisión de su hijo.
En casa seguimos pensando sobre en qué consiste la libertad de los hijos para decidir sobre su fe, y de golpe nos dimos con la dura verdad que nos repiten en teoría: la libertad sólo funciona cuando se elige el bien. De manera que entendimos que cuando los padres practican, son ejemplo de vida piadosa, están poniendo a sus hijos en verdadera ocasión de elegir: o esto, o nada, o a medias, o poco... Así sucede con las diferencias entre los muchos hermanos de una misma familia, cada cual elige sus modos de practicar la fe.
Pero luego, ahora, hoy, cuando uno de esos hijos que ha decidido alejarse de la práctica religiosa funda una familia, le quita a su hijo la oportunidad que sus propios padres le dieron: la de elegir. Si no le dejan conocer la opción, le están restando la posibilidad de escoger. Así que es un poco tonto aquello de que uno no bautiza un hijo porque prefiere esperar a que él decida qué quiere ser... ya no tendrá nada que decidir, porque no tendrá nada que dejar.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Sobre llevar el mundo a cuestas


Ayer tuve la oportunidad de escuhar al Rector de nuestra universidad dándonos lineamientos para enfrentar el nuevo año lectivo. Nos contaba que en estos tiempos hay tres coordenadas terribles que están ensombreciendo nuestra existencia: la dictadura del relativismo, la cultura de la muerte y la sombra de la mentira, que se extiende al mejor estilo de las fuerzas de Saurón en El señor de los anillos. Pero el Rector nunca se queda en lo negativo; nos dio un motivo para estar animados: hay mucha, mucha, mucha gente buena, buena, buenísima. Si no fuera así, no sería posible que esta humanidad se mantuviera en pie.
Salí sin duda entusiasmada. Somos, quienes tratamos de hacer las cosas bien, una gran contrafuerza que equilibra el mundo, cada vez más pesado de la retroalimentación de sus errores.
Al salir de la charla regresé a lo cotidiano. Fui a buscar a Ale al colegio; luego, tuve que cruzar la ciudad entera para buscar a mi mamá a su trabajo y después, a la vuelta, depositarlas a las dos y volver a la Uni. Cuando veníamos ya de regreso, en plena Cota Mil, se me dañó un caucho. El carro empezó a sonar y pudimos hacernos a un lado, rodar unos metros, y deternos en el hombrillo a corroborar nuestra intuición: hacía falta cambiar el neumático.
Accidentarse en Caracas significa pisar con el sigilo del filo de una navaja, las elevadísimas estadísticas de quienes han sido víctimas del hampa. Abuela-madre-hija-bebé/en/camino, a un lado de la vía, dispuestos a cambiar un caucho.
Y allí apareció un buen hombre, en una pickup, alerta porque mi accidente también podía ser un señuelo del hampa, ofreciendo su ayuda. La aceptamos sin dudar. No tuve siquiera que ensuciarme las manos: al cabo de diez minutos había cambiado el neumático, guardado las herramientas y se había negado a aceptar ningún tipo de retribución distinta de toallitas húmedas de bebé para limpiarse las manos.
Nos montamos en el carro, agradecidas con Dios, viendo partir en aquel automóvil a uno de esos que sostiene con sus buenos actos a la humanidad entera, sin siquiera notarlo.

viernes, 10 de julio de 2009

Fin de curso



Yo no tengo duda: Ale no nació para las tablas. Sin embargo, la gente se esmera en hacerme cambiar de parecer. Ante el pánico a las multitudes, a los desconocidos, a la música con demasiado volumen, a la fiesta, al ruido... amigos y familiares suelen decirme que eso es normal, que poco a poco se va a acostumbrar, que en el colegio se vuelven más sociables. Yo no lo creo, pero he hecho todo lo que está en mis manos: la inscribí en la guardería, la llevo a piñatas y le pongo música en la casa.
Resultado: ninguno.
La mejor prueba de que mi hija es tímida y tiene un evidente futuro de filósofa fue su primera presentación en el mundo de los actos de fin de curso. Pongo las únicas dos fotos que pudimos rescatar de un evento en el que Ale estuvo sentada, cara-tapada-con-Ramón, chupete-en-boca, llorando cada segundo, mientras sus amiguitos ataviados con los más elaborados disfraces se robaban la escena.

*Por cierto, Ale es la vaquita que sale detrás del perico y del niño con la pandereta.

martes, 30 de junio de 2009

La tristeza de quien no entiende nada

Yo me quedo sorprendida de lo capaces que somos de equivocarnos hasta lo más profundo del abismo de la equivocación. En este continente donde uno se la pasa tan bien queriéndose arrebatadamente, hay espacio para las más retorcidas aberraciones. El dictador, el gobierno personalista, la nueva moda de "instalarse" en el poder porque nadie-como-yo, que no es más que una Latinoamérica dictatorial reloaded, son apenas las más lejanas e impersonales consecuencias de vivir en esta sociedad que saca las peores cosas de lo peor que tiene.
Vivir el chavismo en Venezuela me ha hecho conocer cómo es que la tan admirada y poderosa comunidad internacional no sirve para nada. Sirve para lo que no queremos que sirva. En Venezuela se cometen atrocidades, una tras otra, día tras día, minuto tras minuto... y la comunidad internacional nada puede hacer... porque hay intereses, porque Chávez tiene poder.
Evidentemente no soy analista político, ni historiadora, ni internacionalista... no quiero serlo tampoco. Pero no deja de impresionarme, humanamente, cómo somos capaces de hundirnos y con nuestro peso traer a otros. Me pregunto si en esta dinámica hay alguna oportunidad para el sensato, para el culto, para el que acierta, para el que sabe, para el que no está equivocado, para el que habla sabiendo lo que dice. No la veo ni la encuentro, veo a mi alrededor gente rara cerrando las calles de una ciudad embotellada con pancartas que dicen "Honduras, resiste". Se me desploma el alma, y me pregunto qué diantres piensa esa gente... no porque esté a favor o en contra de tal o cual cosa de Honduras, sino porque ¡nos están matando en la calle, a todos, a chavistas y opositores! un hampa que crece desmedidamente. Nos están quitando los mejores años de nuestras vidas, están mutilando a nuestras familias y, lo peor de todo, nos están utilizando en nuestra condición de pobre pueblo pobre.
Tengo, debo decirlo a escondidas en esta nota negra, la esperanza de quien se sabe hija de Dios. Eso sí que no lo arrebata nadie.

lunes, 15 de junio de 2009

De todo

Mi vida está llena de recuerdos hambrientos... recuerdo el hambre que pasé cuando nos fuimos de mochileros por Europa; recuerdo el sabor de la sopa de mi abuela, y de la salsa de carne de mi madre. En Pamplona recordaba a cada rato el sabor de las hallacas, del queso guayanés, del aguacate de La Candelaria, de una buena parrillada... Y de tanto recordar me mataba el hambre.
Con el embarazo mi apetito creió a ritmos desproporcionados. Es un recuerdo abrasador; pero el mejor es el del 15 de septiembre, primer día que Alejandra habitaba fuera de mi panza, cuando comí un plato de garbanzos y ¡quedé satisfecha! Tenía nueve meses sin sentir esa saciedad...

Así como la frase de mi amigo peruano, no logro dejar en el olvido la expresión de nuestro obstetra plamplonica, que en la primera cita de control del embarazo me dijo tajante: "¡usted no está enferma, puede comer de todo!"
En la cita siguiente, cuando bajaba de la balanza, sentenció: "yo le dije que podía comer de todo, no que se lo comiera todo.

lunes, 8 de junio de 2009

De a poco


Un buen amigo me enseñaba a preparar causa peruana, y viendo lo que se avecinaba me advirtió:
Cuando se prueba para verificar la sazón, hay que probar de a poco, porque siempre se corre el riesgo de terminar comiéndose todo el plato antes de tenerlo listo.

Qué hambre tenía.

martes, 2 de junio de 2009

Una vuelta más

Encontré un amigo en el avión: un estudiante de ingeniería de la Universidad de Navarra, venezolano, venezolanísimo, que se fue a probar suerte haciendo la carrera en el exterior. Pronto nos pusimos en confianza, y me preguntó cómo había sido la vuelta después de vivir afuera. Desplegué mi discurso que-no-ofende-a-nadie, que considera los argumentos del que emigra y que consiente la alegría del que se decide a volver. Le dije que en definitiva aprendimos a valorar lo mejor de aquí y lo mejor de allá, y al final, muy al final, me permiti ser sincera y le dije que no cambio mi tierra por otra y que no soporto vivir lejos.
Era justamente lo que él estaba buscando. Mi discurso racional se dio de golpe con su sensación de vuelta: y ese olor de La Guaira, es como el olor del calor… apenas bajar del avión me hace sentir en casa.
Que alegría concretar la añoranza en el encuentro con la familia, con la cama, con la cocina, con el techo de la habitación que se mira antes de dormir, con la mesa, con el salón… con la vida que habita en mi casa.

lunes, 1 de junio de 2009

Los hijos

Toda la vida la pasó convencida de la idea progre de que los hijos vienen cuando uno quiere. Aquella amiga le dijo un par de veces que eso era mentira: que los hijos vienen cuando Dios los manda.

Un buen día decidió que ya era hora de que Dios le mandara los hijos… y se puso a buscarlos. En el intento reiterado cayó en cuenta de que aunque los quisiera, y aunque lo intentara, es Dios -siempre Dios- el que los manda.

Y se puso a pedirlos, más que a buscarlos. Y mientras pedía le decía a Dios que se había equivocado, que es cierto que los hijos no vienen cuando uno quiere, sino cuando Dios los manda.

Y Dios, que no se deja ganar en generosidad, viéndola convencida… se los mandó.

lunes, 18 de mayo de 2009

El día después

Hoy me copio la entrada de Don Enrique Monaterio. Insuperable.

El día después
(Cuento para mayores, sin receta)


Catalina está un poco embarazada, casi nada en realidad. Su embarazo es tan pequeñito que casi no es embarazo. En un embarazo a lápiz, en papel borrador, que se va como ha venido. Además tampoco lo sabe seguro, porque la cosa fue ayer mismo.

Catalina tiene 15 años y va a la farmacia con frecuencia. Antes compraba regaliz y clerasil para los granos. Hoy comprará un antiácido, que no necesita receta, porque la lógica ansiedad del evento le ha generado un poquito de hiperclorhidria, y pedirá también un antibiótico para el flemón. El flemón es casi tan pequeño como su embarazo, pero para ése sí que lleva una receta que le dio el dentista.

Luego pedirá la píldora “porsiacaso” —así la llama su amiga Loli—, que vale 20 euros (Loli no, la píldora). Loli vale mucho más, porque su padre tiene pasta por un tubo y ha comprado varias píldoras (su padre no, Loli) para no tener que ir a la farmacia después de estar con Manolo. Catalina supone que “porsiacaso” no es el nombre auténtico del medicamento, pero Nieves, que es una farmacéutica superguay, se lo aclarará.

Catalina está nerviosa pero contenta. Gracias a la nueva píldora será más libre cuando esté con su primo Borja. Además le han explicado en el cole que mientras el embrión no anide te lo puedes quitar, porque es como si no existiera. Y la anidación sólo ocurre unos días más tarde.

Cuando la profe lo dijo en clase, Richi, que es un bocazas medio tonto, contestó: “Eso es como decir que hasta que el niño no esté en la cuna no es niño y te lo puedes cepillar”. Catalina se mosqueó y dijo que “no es lo mismo Richi, qué bruto eres”; pero todos se rieron porque ya sabían lo de ella y Borja.

Catalina llega a la farmacia, pero como hay una vieja (lo menos tiene 40 años) comprando, pide primero el almax para la acidez y el augmentine que le ha recetado el dentista. La farmacéutica se lo trae todo y le pregunta: “¿quieres algo más, guapa?”.

Como la vieja no se acaba de ir, Catalina aprovecha para pesarse y comprobar que los tres helados que se tomó con los coleguis le han engordado casi medio kilo. Se va la vieja, y entonces dice: “ah, se me olvidaba. También quiero…, la píldora esa… pa después, ¿mentiendes…?

Nieves la mira de arriba a abajo y le pregunta si es para después de comer o para después de ponerse ciega de cocacola con güisqui. Catalina se mosquea y le dice que ya sabe ella de qué está hablando y que tiene derecho a la píldora comosellame. Entonces Nieves le responde que en su farmacia no se despachan abortivos aunque venga la ministra con una pistola; que a lo hecho pecho, y que se lo piensa decir a su padre (al de Nieves no, al de Catalina) para que se entere de lo que hace la niña.

Catalina se marcha con un mosqueo considerable y va en busca de otra farmacia alejada de su casa donde no la conozcan. Al fin la encuentra y le dan la famosa píldora. ¿Sólo una?, pregunta la niña. El boticario se le ríe a la cara y le dice que para qué quiere más. “¿Es que te dedicas a eso? ¿Eres una profesional?”

Catalina se ha tomado la píldora con un vaso de Coca-cola light. Ella habría preferido una copa de Baylis, que es dulce como un caramelo y, con un poco de hielo, te pones la mar de contenta, pero es que el alcohol no se lo venden ni con receta.

Por la noche piensa que ya puede estar tranquila; que la cosa no ha tenido importancia, porque además lo más probable es que no estuviera embarazada. Y si lo estaba era un embarazo muy pequeñito, y el embrión no había tenido tiempo de anidar. O sea que Nieves es una exagerada, pero no le dirá nada a papá. Y si se lo dice, que se lo diga. Porque ella tiene sus derechos, que se lo ha oído a una ministra muy mona que hay ahora.

Catalina se mete en la cama. Siempre ha rezado tres avemarías, pero hoy le da cosa y no reza nada.

Apaga la luz y se pone a llorar como cuando era muy pequeña y no podía dormir sola.

viernes, 15 de mayo de 2009

Semana 14

Alguna vez supe que el padre de un niño bienquerido recomendaba a sus amigas que, si tenían la posibilidad, se hicieran la prueba para determinar si su hijo venía con alguna malformación.
La respuesta se me quedó en la punta de la lengua: puedes matarlo ahora, la única diferencia entre hoy y ese momento es que ya te has encariñado con él. No lo dije: sonaba demasiado cruel, brusco, ofensivo.
Tan ofensivos como los argumentos de quienes apuestan por que la interrupción de la vida antes de la semana 14 sea un derecho. Matar a un niño en el vientre de su madre es lo mismo que matarlo afuera de éste. Defender el aborto es una aberración que lleva consigo el peso de la culpa de quien comete un homicidio.

Pd. La noticia en España: El Consejo de Ministros aprobó el jueves el anteproyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y Salud Sexual y Reproductiva, que contempla el aborto libre hasta la semana 14 y hasta la 22 en caso de riesgo de la vida o salud de la mujer o graves anomalías en el feto.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Que siempre estoy contigo


Ya había hablado antes de mi abuela; pero lamentablemente siempre me quedo corta. Hoy cumple ochenta añazos y de pronto de descubro que me ha enseñado con su vida a no tenerle miedo a la vejez. Chelanga -como la conoce todo el mundo- es un personaje de esos que serviría para hacer un comercial, con una historia increíble de lucha y tesón en la que ha reinado siempre, porque lo ha querido, el buen humor y la chispa los grandes margariteños. Ha visto crecer a siete hijos que se han disgregado por la geografía nacional y le han regalado nietos de todas las edades.
Hoy mi abuelita cumple 80 años y yo ¡estoy en Pamplona! Pero como tengo presente lo que ella dice todo el tiempo: "tú sabes que yo siempre estoy contigo". Abuelita, ahora lo digo yo: tú sabes que yo siempre estoy contigo.

lunes, 4 de mayo de 2009

viernes, 3 de abril de 2009

Quién dijo justicia


Este blog intenta ser sobre mi vida, sobre mi condición de mamá y sobre todo sobre Alejandra. Pero vivir en Venezuela es vivir en Venezuela, y la verdad es que creo que mucho de lo que estamos viviendo sucede por el empeño de muchos de preocuparse únicamente por su propio bienestar.
Hoy se ha dictado sentencia a doce funcionarios policiales implicados en los hechos del 11 de abril de 2002. Tras un juicio de seis años se les condena a treinta años de cárcel, la pena máxima en la legislación venezolana, a los más importantes de los procesados. Esta sentencia es alarmante si se enfrenta al juicio de dos meses que se les dispensó a los pistoleros oficialistas cuyas imágenes disparando contra toda una manifestación ha recorrido el mundo. La sentencia para ellos: la libertad plena.
Hoy estamos todos -no tengo duda- asqueados, pero sentados en nuestras casas, lamentándonos del inexistentísimo Estado de Derecho.El problema de Venezuela no es Chávez... es el shakirismo... que nos tiene la cabeza en otra parte. Hoy tres hogares se han quedado sin padre por 30 años y nosotros estamos preparando el viaje a la playa para aprovechar la Semana Santa.
Estoy muy llena de rabia, y la verdad me llena el alma la confianza en la justicia de Dios. Porque el problema del pecado no es sólo el pecado, es negar a Dios y no querer verle la cara... nada peor que eso.
*La imagen es de los comisarios Henry Vivas, Iván Simonovis y Lázaro Forero. Se la comparten casi todos los medios, pero la he tomado de el-nacional.com

miércoles, 1 de abril de 2009

Permiso para salir, mi comandante

Hace un par de semanas leía "Tres tazas y nada de caldo" en el ya muy famoso blog de Yoani Sánchez. Me preguntaba con dolor cómo es que los habitantes de todo un país pueden vivir sabiendo que se hallan presos en un territorio y que dependen de la autorización de alguien sin rostro para poder visitar otra nación. La sola idea me deja atrapada pensando en que el ser humano nunca está a salvo del todo de sí mismo.
Un día después, me hallaba sentada debajo de un kiosko de fiesta, haciendo la fila para poder acceder al servicio de "atención al público" de la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI). Mientras hacía la fila, intentaba ver algo positivo: la chica que da los números es simpática, sus uñas acrílicas con dibujos de colores no están tan mal, qué bonita esa camisa roja y su gorra con propaganda, que solidario dejar pasar a los de la tercera edad, qué bonito este salón donde uno pasa a ver la señal de VTV... Pero en el fondo no estaba haciendo allí otra cosa que sacar un permiso para viajar, lo que desde cualquier óptica no tiene nada de positivo.
Aunque soy estudiante de doctorado y debo viajar con el único fin de hacer una estancia de investigación en Pamplona, no hay manera de que dentro del gran elefante que es Cadivi, alguien entienda que no puedo tener registro consular porque ¡no estoy viviendo allá!
Digan lo que digan, en Cadivi no quieren darme el cupo que me corresponde. No es tan difícil entender mi caso, entre otras cosas porque es moneda diaria entre los estudiantes de doctorado. Si no me dan el cupo para comprar moneda extranjera, no puedo hacer la estancia de investigación... ¿no es eso restringirme la salida del país, por el simple hecho de que no tengo suficiente dinero para comprar euros en el mercado negro?
Parece que exclusión siempre ha habido, lo que pasa es que ahora los excluidos somos nosotros.

lunes, 23 de febrero de 2009

Carnestolendos


Con el carnaval llegan los disfraces y hasta que no se es madre -al menos yo- uno vive en la ignorancia de toda la industria que se halla detrás la inocente intención de disfrazar a los chiquitines. De lo que no tengo duda es de lo bien que se lo pasan los niños poniéndose en los zapatos de algún superhéroe. Mis primos, que son gemelos -una niña y un varón-, lo vivieron a tope:
Apenas salir de la casa, la conserje del edificio los ve y exclama:
¡Mira quiénes están aquí: El Zorro y la Princesa!
Ellos caminan con emoción, se montan en el carro y César comenta:
¿Viste, mami, la engañé? ¡Ella cree que yo soy El Zorro!

Luego, a la vuelta de la fiesta en el colegio, César le cuenta a su mamá:
-Mami, en el cole había otro niño disfrazado de El Zorro.
-¡Ah, sí! Qué bien.
-Pero ése tenía bigotes...
Ooops.

jueves, 19 de febrero de 2009

Soy una vaquita




¡Lista para la fiesta de carnaval!

lunes, 16 de febrero de 2009

El futuro


Estoy segura de que si mi mamá hubiera sabido que en el mejor momento de mi vida productiva iba a vivir en este país determinado por un gobierno en particular, se hubiera pensado dos veces tenerme. Digo que estoy segura porque hoy en día es muy común decir que "no se pueden tener los hijos en estas realidades inciertas", "que se quiere un mejor país para los hijos", o "que no se quiere ver crecer a los hijos en estas sociedades".
Es cierto que cuando veo realidades tan contundentes como la del domingo, miro a Alejandra dormida y pido a la Providencia el mejor de los mundos para ella. Pero la verdad es que yo tampoco sé qué será de Venezuela, ni de Alejandra, de aquí a treinta años.
Mi mayor aprendizaje de esta realidad adversa es el mismo siempre: hay que ser feliz en el corazón, en el alma. Que no tengamos después que cobrarle a Chávez, nuestras decisiones equivocadas.

jueves, 12 de febrero de 2009

Besos para mamá


Alejandra aprendió, ya hace muchos meses, a tirar besos. La primera versión fue así, al aire, en Pamplona. Luego, en Madrid, aprendió a ponerse la mano sobre los labios y "lanzarlos" a la gente. Aquí en Caracas ha aprendido a controlarlos y ya no tiene que prepararse tanto para producir el efecto.
Ayer, jugando con unos animalitos de plástico muy pequeñitos la invité a que me imitara. Le di un besito a cada animalito y ella se los fue acercando uno por uno a la boca y le dio un besito a cada cual. Me pareció el momento indicado para pedirle uno para mí.
Le di un beso en la mejilla y le puse la mía muy cerca de su boca para que me imitara. Respuesta: un "no, no, no" verbal, acompañado con el movimiento propio de cabeza. La verdad es que me dio mucha risa su rotunda negativa.
Hoy, al despertar, nos acostamos un rato en la cama mientras ella se tomaba su vasito de leche. Volví a pedirle un beso, acerqué mi mejilla y después de pensarlo unos segundos, ¡me lo dio! Aunque volví a insistir, pidiéndole más, no lo conseguí... Hoy me paso el día pensando en el primero y único beso de mi hija.

jueves, 5 de febrero de 2009

Al cole


Todos te lo dicen: ¡más sufre uno que ellos! Y yo, que sufro, me ocupo de que los demás no vean que sufro demasiado para que ellos no sufran tanto... Tamaño trabalenguas para superar los primeros días de Ale en la guardería.
Después de mucho tejer planes para evitarlo, sucedió como todo: Providencial. Apareció el problema -ya no la puedo cuidar-, a la media hora apareció una solución balurda* -tendrías que ausentarte del trabajo un día y medio, en total-, a los quince minutos: la idea sensata -¿y si la metemos en la guardería?-, al rato: la disonancia -qué va a haber cupo a estas alturas del año-, al mediodía: el cupo... y ya no había vuelta atrás.
El primer día nos fuimos todos... a llevarla un rato. Alejandra se dio cuenta de que querían abandonarla y lloró hasta que no pudo más, hasta que nos convenció de llevárnosla, porque era todavía muy pronto. "¿Qué tal si mañana no hacen tanto show?", me sugirió el director. Lo comprendí. Había que asumirlo, y al día siguiente me fui con ella, solas. Y la dejé, y no lloré. Respondí con entereza las llamadas de tíos, tías, abuelos y abuelas. Está bien, se quedó llorando, pero seguro la ha pasado bien cuando se olvidó de mí.
El segundo día fue igual... se quedó llorando. Pero ese día sí que lloré. Lloré a todo pulmón, casi como Ale, pero en el carro, en medio de un embotellamiento caraqueño. ¿Qué podía hacer? ¿devolverme? ¿buscarla, dejar el trabajo y quedarnos juntas para siempre?.. La idea me hizo ojitos, pero era hora de asumir que no pasaba nada.
Han pasado cinco días y Alejandra dice palabras a toda velocidad. Repite, baila y ¡escupe el agua que se toma! Todo lo ha aprendido allí... Aunque parezca apresurado, la veo un poco más desenvuelta.
Yo tengo la lágrima a punta de ojo... pero me convenzo que ésta es apenas una de las muchísimas y diarias decisiones que habré de tomar sin compadecerme.
*Versión venezolana de "palurdo"; de ahí que no sepa si va con "b" o con "v"