sábado, 8 de septiembre de 2007

Un hermanito

El otro día venía de mi curso de preparación al parto en la Villavesa (extraño nombre con el que los pamplonicas llaman a los autobuses). Sentada en el bus, hice una amiguita. Ella viajaba con su mamá, que se quedó con su hermanito -Álvaro- en una zona reservada para los cochecitos. Mi amiguita se sentó a mi lado, luego de que la ayudara a subirse al asiento. Traía una mariposa, y me veía con cara de simpatía.
- ¿La hiciste tú? -le pregunté.
- Sí -me explicó con detalle-, éstas son las orejas, y ésta, la nariz, esto... mmm... los mrsctchgs -casi regurgitó mientras señalaba un saquito arriba de la cabeza.
Me miraba con cierta curiosidad. Dada la magnitud de mis dimensiones, me atreví a preguntarle:
- ¿Sabes qué llevo aquí adentro? -dije señalando mi panza.
- Sí -me dijo-, ¡un hermanito!
Qué cosas ¿no? Cómo casi todo depende de lo que ha vivido cada cual...

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Imbéciles



"¡Imbéciles!", grité con todas las ganas al grupo de "jóvenes" españoles que jugaban a empujarse frente al Burger King del que salíamos mi mamá, Armando y yo. Con su jueguito me empujaron y casi me tiran al piso. Eso no es una tontería, sobre todo cuando se tienen 38 semanas de embarazo y una barriga de importantes magnitudes. En todo caso, en esa delicada expresión que les propiné mientras los veía con rabia, se concentraba toda la indignación que se me ha acumulado desde que llegué a España y he podido conocer de cerca la actitud de los jóvenes (y los no tan jóvenes) españoles. Me sorprende cómo esta generación ha crecido habiendo olvidado el tan cercano sufrimiento y la carencia de medios que ha vivido España. Los autobuses están repletos de "adolescentes" de 26 años jugando a empujarse, montando los pies en los asientos, amanecidos de una noche de botellón, vociferando groserías y malas palabras y sobre todo, con actitud soberbia, retadora, ante una sociedad que los acepta y los estimula. Los niños gritan a sus padres, y los verdaderos adolescentes andan en grupetes, fumando quién sabe qué y perdiendo el tiempo en cualquier actividad poco productiva. De las únicas dos personas de quienes he recibido la cortesía de un lugar para sentarme en el autobús, lo único que puedo decir es que son MUJERES de más de 40 años. Es increíble lo extendido que está el método de "mirar para el techo, o por la ventana", para no ver las condiciones de quienes están de pie en el autobús, por si acaso la conciencia les obligara a cederles el lugar. Ni qué decir de dejarte pasar delante, sólo por el hecho de ser mujer. La palabra "permiso" REALMENTE no existe. Nadie sabe lo que significa... en el mejor de los casos tienes que decir -con fuerza- "¿va a salir?" y eso significa "quítese, que me bajo". Ni hablar de los empujonazos, como consecuencia de la inexistente fórmula.
En esta sociedad se considera un derecho casi todo. Y se considera un derecho exigir el derecho de mala manera. Creo, sinceramente, que la solución no es aprobar y aprobar mecanismos y leyes para amortiguar la mala educación -asientos reservados en los buses, leyes que protegen a los niños de padres agresores, luego, leyes que protegen a los padres de niños agresores, leyes que protegen a las madres trabajadores, y luego, leyes que protegen a los patronos de madres trabajadoras, subsidios para guarderías, para el permiso postnatal, para la lactancia, y para reservarte el puesto por tres años si quieres quedarte con tu hijo...-. Leyes agresoras que no son más que la respuesta a unas instituciones que no quieren pensarse humanamente sus problemas, reconocer que hay que encontrar al hombre para poder ordenar la sociedad. Es mejor lo pragmático, la cara de hombre moderno... de hombre libre, que no es presa de tradiciones, ni dogmas, ni principios... ¡imbéciles!