Crecí siendo hija de unos padres jóvenes y por si fuera poco, también nieta de una abuela joven. En el colegio casi no se nota, pero luego en la universidad, y con los novios, y con los hijos... Es una experiencia de la que vale la pena hablar. Pero ahora pienso en mi abuelita. Además de joven siempre ha sido muy graciosa: "astuta e inteligente", han sido los calificativos que ha usado para ella mi madre con perseverancia santa.
En mi cabeza cuelgan felices los recuerdos de sus historias: cuando ella y sus hermanas llevaban leche siendo niñas, en taparas, y para que no se botara el líquido, les metían grandes ramas de los árboles maragariteños. Cómo recetaba la cura para las gargantas infectadas, con aquel trapo enrollado en dedo índice que invadía con fuerza nuestras bocas infantiles. Su estilo tan peculiar para comer, agarrando inamovible el cuchillo con la mano izquierda, mientras corta, trincha y come sólo con el tenedor en su mano derecha.
Recuerdo también que fue quien nos enseñó que San Cristóbal y San Rafael eran los patronos de los conductores, cuando agarrábamos la larga carretera hacia Caracas, al tiempo que papá le decía "Chelanga, no montes tantos santos, que aquí ya no cabemos más". Y aquella vez que nos llamó de un autobús en el que venía de Valencia, desde un móvil que le había prestado un amable caballero que había conquistado con su aires longevos. Ha logrado montar al pelo el potro desbocado de los nuevos tiempos, aunque de vez en cuando pide que le cambien el lado al CD y se queja porque no puede ver las fotos de su bisnieta si alguien no se las muestra en la computadora. No se ha perdido una graduación, unos quince años ni un matrimonio, a pesar de que vive al menos a seis horas de carretera de nuestra casa.
Así es mi abuelita joven, la incansable.
Pues resulta que ayer me he enterado de que esa abuelita, a punto de partir de vuelta a casa, se resbaló, se cayó y le han encontrado una pequeña fisura en la cadera. Le han puesto nada más y nada menos que 100 días de reposo en cama.
Ayer hablé con ella y me sorprendió su expresión:
-Tú sabes que yo me resigno a todo lo que me toque. Su buen humor nunca me había dejado ver que vivía
resignada.
*Hoy he leído por recomendación de Mónica una entrada de un
blog amigo. No he podido dejar de asociarla con mi conversación de ayer y por eso he "robado" su título.
3 comentarios:
¡Tu abuela debe de ser una gran mujer! Espero que pronto se ponga bien.
Un beso.
Con esto de los abuelos me he puesto a pensar... ¡que tu abuelo lee tu blog! o sea que él sí que está al día con la tecnología. jajaja.
Sí, y además tiene e-mail, messenger, skype y orkut (que se parece al facebook), lee las versiones electrónicas de periódicos de Brasil y España... Pero los móviles no le van.
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