miércoles, 14 de noviembre de 2007

¿Por qué no te callas?


No me gusta hablar de política. Y no es porque no tenga una posición, o argumentos de peso; es por la alternativa única de todo venezolano cuando toca estos temas: o la triste sensación de derrota, o la falsísima e irreal esperanza del cambio. Así ha transcurrido la cuota de mi adultez que ha estado enmarcada por el gobierno del Presidente Chávez.
Entenderán entonces que no puedo dejar pasar el publicitado hecho que protagonizó el Rey de España, en el momento en el que encarnó las expectativas de casi todo venezolano. "¿Por qué no te callas?", oí la frase y me sentí políticamente triunfadora, algo que no había sentido nunca en los tiempos que me ha tocado vivir. Como siempre, uno espera más... me preguntaba que si, ya que el Rey había roto el protocolo y las formas diplomáticas, no podría completar las ambiciones del pueblo oprimido y asestar un tortazo al guapetón de barrio de Chávez. Mucho pedir, ¿no?

sábado, 10 de noviembre de 2007

Una, Santa, Católica y Apostólica


El sábado pasado fue el bautizo de Alejandra. Y por supuesto, en unas condiciones muy particulares: con una pequeñísima cuota de la familia, con un sacerdote apenas conocido y con unos amigos -muy buenos- recién hechos, ni pensar en los de toda la vida. Sin embargo, esas condiciones me sirvieron para pensar en lo más importante del evento: Alejandra se hacía parte de la Iglesia, la de siempre, la fundada por Cristo hace todos los años; la de hoy, de todos los domingos; la prometida para toda la eternidad. La antiquísima iglesia del siglo XIV nos hizo un grandiosos marco, con sus paredes de piedra, con su pila bautismal, con su retablo casi celestial. Ocasión para agradecer la suerte de tener familias cristianas, y para querer ser, aunque sea, un poquito parecidos a nuestros papás.
El día, maravilloso, no podía terminar de otro modo: en medio de la conversa salió de nuevo el tema predilecto de los mirones: "la paternidad controlada", que si hoy ya no se pueden tener tantos hijos, que si es una irresponsabilidad, que si basta con dos, que si la pareja tiene que darse un tiempo antes de los hijos... ¡Qué vigencia tiene el mensaje de la Iglesia! Lo mejor de todo fue cuando mi amiga, con entusiasmo y como si aquello no le tocara en lo absoluto, cerró la conversación diciendo sonreída: nosotros somos siete hermanos. Bendita generosidad.