viernes, 10 de julio de 2009

Fin de curso



Yo no tengo duda: Ale no nació para las tablas. Sin embargo, la gente se esmera en hacerme cambiar de parecer. Ante el pánico a las multitudes, a los desconocidos, a la música con demasiado volumen, a la fiesta, al ruido... amigos y familiares suelen decirme que eso es normal, que poco a poco se va a acostumbrar, que en el colegio se vuelven más sociables. Yo no lo creo, pero he hecho todo lo que está en mis manos: la inscribí en la guardería, la llevo a piñatas y le pongo música en la casa.
Resultado: ninguno.
La mejor prueba de que mi hija es tímida y tiene un evidente futuro de filósofa fue su primera presentación en el mundo de los actos de fin de curso. Pongo las únicas dos fotos que pudimos rescatar de un evento en el que Ale estuvo sentada, cara-tapada-con-Ramón, chupete-en-boca, llorando cada segundo, mientras sus amiguitos ataviados con los más elaborados disfraces se robaban la escena.

*Por cierto, Ale es la vaquita que sale detrás del perico y del niño con la pandereta.