jueves, 31 de julio de 2008

Animalejos



He asumido que a Ale le gustan los animales tanto como a mí. Mientras Armando suelta su frasecilla de "no sé quién están más emocionada, si la madre o la hija" frente a pingüinos, tiburones, tigres de bengala, águilas, manatís, osos hormigueros... yo me repito con madurez que la experiencia del Zoo siempre le viene bien a un niño, a cualquier edad. Pero han pasado los días y Alejandra me ha demostrado que heredó el amor por la naturaleza. Cuando sale en el cochecito y ve un perro, grita y se quiere lanzar a agarrarlo -no importa el tamaño-. Cuando ve palomas, se entusiasma tanto que levanta los brazos y los agita como si estuviera en la barra de Sábado Sensacional. De vez en cuando empujo el cochecito con fuerza y nos vamos detrás de las palomas a toda velocidad. No sé quién tiene más ilusión de que podamos correr juntas detrás de ellas.

miércoles, 30 de julio de 2008

Civilizándonos


Marisela es la hija salvaje del más importante relato fundacional de Venezuela: Doña Bárbara. Cuando Santos Luzardo encuentra a Marisela en medio de los Llanos la ve desgreñada, sucia, malhablada y sin zapatos. Sucede con ella el obvio proceso de educación y refinamiento...
Dado que Alejandra ha empezado a ponerse de pie, hemos decidido comprarle sus primeros zapatitos. Ayer me pasé el día entero recordando a Marisela. Primero, el llanto; luego, una insistencia pícara para desamarrarlos; después, otra vez llanto. Los piecitos de mi hija se hallaban en estado salvaje, bien podría pasearse por las tierras apureñas sin problema alguno. Al final del día, después de mucha lucha, parecía que ya no se daba mucha cuenta de la prisión en la que se hallaban sus pies. Hoy vuelvo a la brega...

lunes, 28 de julio de 2008

Con poco...



El otro día en el VIPS a Alejandra le regalaron un globo de helio. La cara de inmensa felicidad que puso cuando vio venir el globo hacia ella fue de fotografía. No nos imaginamos nunca el impacto que tendría en su día. Al salir de la tienda le amarramos la cuerdita en uno de los tubos del cochecito. La pobre se agotó tratando de traer hacia sí el globo que se iba hacia a atrás gracias al viento contrario a la marcha. Viendo que se desesperaba, acortamos la distancia de la cuerda, pero tampoco así podía mantenerlo en sus manos. Solución: papá cargó a Alejandra y a su amigo El Globo. Fueron cuadras de sonrisitas, carcajadas, abrazos, besitos de nariz, encuentros cercanos... diversión total.
Concentramos en ese globo toda nuestra ilusión de que aprenda a ser feliz con poco, disfrutando de cada pequeño detalle.

martes, 22 de julio de 2008

Toledo es mucho... Toledo




Me pasé un año y medio en Pamplona esperando el verano insoportable del que hablaban los navarros. El año pasado me fui hasta Almagro, embarazada y, como si fuera poco, llegué a Granada. Ningún calor me dejó sin aliento. Quizá extrañar y extrañar el clima de mi país y aceptar con resignación la brisa fresca pamplonica, me hizo muy resistente.
Cuando preparamos nuestro viaje a Toledo nos hicieron los tíos las advertencias de siempre: visiten esto, no vayan a aquello, agarren este autobús, no vayan a comprar esto, habrá muchísimos turistas, y tengan cuidado con el calor, que allí aprieta bastante. Más de lo mismo, gracias por la preocupación, pero ya he dicho que prefiero el calor al frío, que resisto bastante y que me la paso bomba en el verano.
Toledo nos recibió majestuosa. Su catedral, sus calles estrechas, su mezcla de culturas, tanto interés, tantos idiomas, tanta vida... y tanto sol.
A mitad del trayecto le confesé a Armando que estaba demasiado cansada. No entendía por qué de pronto había perdido las fuerzas. Mi comprensivo esposo me dijo con delicadeza -sabiendo lo que eso significaba para mi amor propio-: es el calor. ¡Vaya por Dios! Por primera vez me vencía el termómetro.
La cosa estuvo muy bien después de que nos refugiamos un rato en el aire acondicionado del McDonald's. Pasó la hora fuerte y volvimos a callejear. Lamenté no poder meter en mi maleta una imagen de El Quijote. Aunque habrá que hacerle espacio al abanico que Alejandra, con su simpatía, logró que le regalaran. Recuerdos de Toledo.

viernes, 18 de julio de 2008

Buenos o chéveres



Ayer estuvimos en la piscina en casa de unos amigos en Madrid. Estos chicos con el tiempo se han vuelto cada vez mejores personas. Son esos amigos con los que se cuenta, en cuya casa te sientes como en el propio hogar, y a quienes les puedes pedir un favor con la tranquilidad de saber que les hace feliz ayudarte... Pues bien, así son ellos; y cada vez son más así.
Alejandra se lo pasó bomba en la piscina. Fue su primera "inmersión", así que nosotros la disfrutamos tanto como ella. Nos metimos en la piscina de niños, que tenía mejor temperatura por razones obvias...
Al salir de su apartamento, en la noche, Armando me dijo ¡qué chéveres son!. Yo me di cuenta de que chévere es cualquiera, basta con ser simpático y para eso no hace falta mucho esfuerzo. Difícil es ser bueno: ser capaz de sacrificar las propias comodidades para atender las de otros, y querer a esos otros de gratis.
Nosotros somos chéveres -dije con cierta vanidad-, pero ellos son buenos.

martes, 15 de julio de 2008

Trepadora




Alejandra ha aprendido a ponerse de pie. Se agarra con fuerza de cualquier cosa que esté a su alcance y se impulsa. Lo más natural es que un niño haga eso con los barrotes de su cuna. Pero la cuna de Ale no tiene barrotes. De manera que sólo puede hacer este ejercicio cuando está afuera, cerca de algún mueble. Ha tratado sin embargo de desarrollar una técnica para pararse desde el fondo de su cunita de viaje. Se pone de rodillas y empuja las manitos contra la rejilla. Hace fuerza con las piernas y empieza a subir inclinando su cuerpecito. La verdad es que no ha tenido éxito. No logra llegar hasta arriba y agarrarse del borde para sostenerse de pie. En ocasiones se resbala y cae lentamente rasguñando la rejilla. Se la puede ver desde el otro lado, tratando de aguantarse con la boca y los dientecitos. En otras oportunidades consigue la ayuda de alguien que, pasando por ahí, le echa una mano y le da el impulso para llegar hasta el borde y sostenerse. En esos momentos pone una sonrisa plena, exitosa. Y se sotiene mirando hacia arriba, buscando la complicidad de quien la ve. Es entonces cuando empieza a correr el tiempo: todo el que pueda aguantar sostenida. La expresión de éxito dura hasta que cae, ahora, desde las alturas.
Pero así son los niños: sabe que basta con volver a empezar. Mi hija testaruda pronto podrá ponerse de pie por su cuenta.

martes, 8 de julio de 2008

La familia, la familia...





Confieso que guardo un profundo temor ante la posibilidad de que mi arisca hija no reciba con gratitud todo el amor que le tienen preparado sus abuelos, tíos y primos en Caracas. Confieso también que reservé una ilusa esperanza en el comentario que me hizo Majo sobre cómo Yago cambió de actitud cuando ella se lo llevó de visita a Argentina. Pensaba, sin embargo, que no podría saber cómo sería el encuentro hasta que llegáramos a Maiquetía.
Los días en Madrid han traído sus sorpresas. A pesar de estar de "ocupas" en la casa de los tíos han sido momentos perfectos para que Alejandra se acostumbre a vivir en familia. El experimento ha resultado exitoso. Ha hecho especial conexión con su primo y tocayo, quien le ha enseñado a ocultarse detrás de un paño -mientras preguntamos a viva voz ¿dónde está Alejandra?- y luego aparecer al grito de ¡aquiiií!; también ha aprendido de él la muy segura actividad de abrir las puertas y gavetas de los armarios. Ha aprendido de su abuelita Mirtha a hacer "viejita" que no es otra cosa que arrugar la carita y mostrar sus dientes; ahora saluda con la mano cuando quiere algo y no sólo se tira a los brazos de papá y mamá, también se lanza sobre su padrino, y sus primos.
No miento. Alejandra está mucho más sociable; tanto, tanto que me parece que se ha enterado de que es el centro de la atención de toda esta casa. A la hora de la comida se pone a hacer payasadas para hacer explotar las risas cómplices de todos, que le suenan a gloria. Esa es también una preparación para nosotros. Para los niveles de atención que va a tener a nuestra llegada a Caracas, y para que me preocupe ahora de su condición de diva.