jueves, 19 de junio de 2008

Buena gente

El otro día me encontré con Eduardo en la librería de la uni. Fui a ver aquel libro que quería comprar, pero entre que no tenía dinero y que significaba unos gramos más de equipaje decidí dejarlo. Al ver a Eduardo se me ocurrió un buen plan: Cómpralo tú, me lo prestas, yo lo leo y te lo regreso después. Así no gastaría y no tendría que hacerle un espacio en mi maleta.
El tema es que le fui tomando cariño a "Un safari en mi pasillo". Sabía que me sucedería. Y de vez en cuando me planteaba que podría comprárselo a Eduardo, o que -¡mejor!- me podría comprar uno nuevo para llevármelo para Caracas.

Ayer me encontré a mi buen amigo venezolano por el pasillo de la uni. Yo iba corriendo, para no llegar tarde a la defensa de la tesis de Fernando...
-Grisel
-Hola, Eduardo... voy corriendo.
-Sí, pero espera, es un minuto.
-Si quieres sígueme y hablamos
(¡sígueme, ni siquiera acompáñame!)
-Es sólo un minuto.
-Es que voy muy retrasada a una defensa...
-El domingo es tu cumple, ¿no?
-Sí... a las siete, en mi casa.
-Ah... el libro.... que te lo quedes... por tu cumpleaños.
...

Mi apuro me había llevado al lado externo de los torniquetes. Y desde allí había obligado a Eduardo a gritar su amable gesto. Fui tan torpe. En esa distancia ni siquiera se puede agradecer sinceramente.
En la tarde otro amigo me enseñó un buen dicho: "generalmente cuando uno piensa que hay cerca un tonto*, tarda poco en descubrir que ese tonto es uno mismo". En la planta baja de la biblioteca, ayer, había un tonto.

*Mi amigo no utilizó la palabra "tonto", sino una mucho más ofensiva, que por respeto no pondré, pero que se adapta bien a toda la historia.

1 comentario:

Mae Ortiz dijo...

ahh!!! hoy es tu cumple y no tengo tu numero!! que mal!!!
abrazoo
euge