Finalmente, hemos dado la papilla a Alejandra. Su primera reacción fue de desprecio. Qué es esto; no me gusta. Pero bastaron diez segundos para adaptarse al cambio, y querer agarrar la cucharilla para tratar de comer ella sola.
Hoy ha sido el segundo día. Hemos incorporado el jugo de una naranja al cambur que ya le habíamos dado ayer. De nuevo la rutina: el babero, la cuchara, el bol con la papilla, en las piernas de papá y a comer. ¡Pero con qué gusto se lo ha comido! Si no hubo un grumito que quedara en la taza: Alejandra se lo comió todo, y aun quería más.
Fue necesario darle pecho... Parece que es una pequeñina hambrienta.
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