miércoles, 5 de marzo de 2008

En Venezuela...

El otro día un grupo de venezolanos compartía la tristeza de pensar que en Caracas no se puede vivir tranquilo. Yo me animé a decir que es un asunto de actitud, que me bastaba recordar los primeros meses de mi matrimonio, Armando y yo echados en la cama viendo tele... qué bien la pasábamos. "¡Pues estarías viendo tv por cable! Nada de globovisión, ni la tv local", nos recriminaron.
Puede que estuviéramos viendo alguna serie de Sony; pero éramos felices no porque nos riéramos con algún chiste gringo, sino porque estábamos decididos a serlo. No estábamos desconectados a drede, para obviar la realidad del país que sufre; teníamos el corazón lleno de amor, y así, con el espacio íntimo bien animado, se enfrenta mejor la injusticia que reina.
Creo que para ser feliz en Venezuela no hace falta obviar la realidad. Hay que entusiasmarse con la propia vida, y luego irradiar con alegría las dificultades del día a día de las condiciones en las que nos tocó vivir. Ésas que bien conoce la Providencia, y que ha querido para nosotros.

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