martes, 8 de abril de 2008

Buenos días


Mis hermanos fueron los primeros años de su educación primaria a un colegio que dictaba clases de tarde. Esto respondía a una realidad: a mi mamá le daba dolor despertarlos en la mañana. Así transcurrió nuestra vida; mi mamá trataba de formarnos en todas las virtudes, pero eso de que aprendiéramos a despertarnos a tiempo no se le daba bien, porque todo su amor de madre se concentraba en el momento en el que se deleitaba viéndonos dormir.
Como todo con la maternidad, ahora entiendo a mi mamá. Despertar a Alejandra me parece un crimen, y ella ya empieza a mostrar su lado más Guerra en las mañanas. Su rutina consiste en despertarse a las siete -medio dormida- a comer, y luego como si nada hubiera pasado sigue durmiendo hasta las 10:30.
Ayer se saltó el desayuno. Eran cerca de las nueve y aún no se había despertado. Armando me dijo que la levantara, porque si la dejábamos más se trastocaría demasiado el horario de las comidas. Fui, la vi, recordé a mi mamá. Estuve un rato más observándola y me atreví a tocarle el bracito. Ella, como si nada. Seguí viéndola, y empezó a moverse. No abría los ojos, pero se movía como tratando de entender qué pasaba. Tiró los brazos enérgicos: Ramón. Ahora con una pata de Ramón en cada mano, movimientos de estiramiento. El pobre Ramón haciendo contorsionismo. Los ojitos de Ale, cerrados. Un buen intento fallido: en segundos volvió a caer rendida. No le interesaba despertarse. Y en ese fracasado despertar me reconocí, reconocí a Kharina y reconocí a Andrés.

1 comentario:

Mae Ortiz dijo...

qué diva!!
hermosa, durmiendo a pata suelta.