Confieso que guardo un profundo temor ante la posibilidad de que mi arisca hija no reciba con gratitud todo el amor que le tienen preparado sus abuelos, tíos y primos en Caracas. Confieso también que reservé una ilusa esperanza en el comentario que me hizo Majo sobre cómo Yago cambió de actitud cuando ella se lo llevó de visita a Argentina. Pensaba, sin embargo, que no podría saber cómo sería el encuentro hasta que llegáramos a Maiquetía.
Los días en Madrid han traído sus sorpresas. A pesar de estar de "ocupas" en la casa de los tíos han sido momentos perfectos para que Alejandra se acostumbre a vivir en familia. El experimento ha resultado exitoso. Ha hecho especial conexión con su primo y tocayo, quien le ha enseñado a ocultarse detrás de un paño -mientras preguntamos a viva voz
¿dónde está Alejandra?- y luego aparecer al grito de
¡aquiiií!; también ha aprendido de él la muy segura actividad de abrir las puertas y gavetas de los armarios. Ha aprendido de su abuelita Mirtha a hacer "viejita" que no es otra cosa que arrugar la carita y mostrar sus dientes; ahora saluda con la mano cuando quiere algo y no sólo se tira a los brazos de papá y mamá, también se lanza sobre su padrino, y sus primos.
No miento. Alejandra está mucho más sociable; tanto, tanto que me parece que se ha enterado de que es el centro de la atención de toda esta casa. A la hora de la comida se pone a hacer payasadas para hacer explotar las risas cómplices de todos, que le suenan a gloria. Esa es también una preparación para nosotros. Para los niveles de atención que va a tener a nuestra llegada a Caracas, y para que me preocupe ahora de su condición de diva.
2 comentarios:
Un hermanito. Lo que necesita es un hermanito.
ay, por favor!! cuanta presión!!!
sé libre.
la de Bs As
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