Toda la vida la pasó convencida de la idea progre de que los hijos vienen cuando uno quiere. Aquella amiga le dijo un par de veces que eso era mentira: que los hijos vienen cuando Dios los manda.
Un buen día decidió que ya era hora de que Dios le mandara los hijos… y se puso a buscarlos. En el intento reiterado cayó en cuenta de que aunque los quisiera, y aunque lo intentara, es Dios -siempre Dios- el que los manda.
Y se puso a pedirlos, más que a buscarlos. Y mientras pedía le decía a Dios que se había equivocado, que es cierto que los hijos no vienen cuando uno quiere, sino cuando Dios los manda.
Y Dios, que no se deja ganar en generosidad, viéndola convencida… se los mandó.
Diario de Molinoviejo (V)
Hace 1 año
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