Con el carnaval llegan los disfraces y hasta que no se es madre -al menos yo- uno vive en la ignorancia de toda la industria que se halla detrás la inocente intención de disfrazar a los chiquitines. De lo que no tengo duda es de lo bien que se lo pasan los niños poniéndose en los zapatos de algún superhéroe. Mis primos, que son gemelos -una niña y un varón-, lo vivieron a tope:
Apenas salir de la casa, la conserje del edificio los ve y exclama:
¡Mira quiénes están aquí: El Zorro y la Princesa! Ellos caminan con emoción, se montan en el carro y César comenta:
¿Viste, mami, la engañé? ¡Ella cree que yo soy El Zorro!Luego, a la vuelta de la fiesta en el colegio, César le cuenta a su mamá:
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Mami, en el cole había otro niño disfrazado de El Zorro.
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¡Ah, sí! Qué bien.
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Pero ése tenía bigotes...Ooops.
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