No me gusta hablar de política. Y no es porque no tenga una posición, o argumentos de peso; es por la alternativa única de todo venezolano cuando toca estos temas: o la triste sensación de derrota, o la falsísima e irreal esperanza del cambio. Así ha transcurrido la cuota de mi adultez que ha estado enmarcada por el gobierno del Presidente Chávez.
Entenderán entonces que no puedo dejar pasar el publicitado hecho que protagonizó el Rey de España, en el momento en el que encarnó las expectativas de casi todo venezolano. "¿Por qué no te callas?", oí la frase y me sentí políticamente triunfadora, algo que no había sentido nunca en los tiempos que me ha tocado vivir. Como siempre, uno espera más... me preguntaba que si, ya que el Rey había roto el protocolo y las formas diplomáticas, no podría completar las ambiciones del pueblo oprimido y asestar un tortazo al guapetón de barrio de Chávez. Mucho pedir, ¿no?
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