Descubrí que una cesárea es muchísimo peor que un parto normal. Que es menos emocionante saber que un hijo nacerá a tal hora, en tal lugar, según dispone un médico. Que es original y genuino, con cada hijo, el temor a no ser suificientemente bueno.
Pero hace un año también descubrí que el mayor bien que unos padres pueden darle a un hijo es un hermano. Y vi por primera vez la mirada enamorada de Ale hacia su bebé pequeñita, tan necesitada de cuidado; que después encontraría una respuesta en los ojitos emocionados de Alessia cuando la ve con admiración haciendo payasadas.
Hace un año nació mi segunda hija, mi Alessita que me conquistó con sus rizos color zanahoria y su sonrisita pícara. Hace un año comprobé que se puede querer con toda el alma, y volver a querer al mismo tiempo con toda el alma, de modo distinto. Así es el amor por los hijos: siempre es más.
Hace un año Ale se convirtió en hermana mayor; yo, en una madre más caótica; y Alessia, en una ocasión de ser más felices de lo que ya éramos.